Siempre he sentido que yo soy más de salado. Pero llevo una temporada dándole de manera increíble al dulce. Será porque estoy trasteando y experimentando mucho con el horno y el azúcar glas. Quizás sea por eso.
Tras mi promesa de ser lo más pasota y estúpidamente feliz posible, he de decir que no se me está dando demasiado bien. ¿Porqué no se obligarme a cosas como esta y para otras soy perfectamente moldeable? Estoy hasta la coronilla de llegar a un sitio público y sentirme pequeñita e intentar parecer más grande hablando más de la cuenta.
Es bastante frustrante llegar después a casa y sentirte mal por lo egoísta que eres. Pero aún así, te pones música y empiezas a cantar esos versos "bebiendo el agua que entró, BEBIENDO EL AGUA QUE ENTRÓ" y rompes a llorar. Es mi día a día. No siempre esa canción, suelo variar, para no aburrirme.
Pero ya no se beber el agua que entra en mi vida, me estoy ahogando. ¿Y si tiene que ser así y me tengo que joder? Hoy he visto a una señora en el bus que irradiaba felicidad y lo he pasado fatal. Estoy rozando el límite de la deserción. Ojalá algo llegue, no digo algo bueno, sino algo diferente, que al menos me mantenga ocupada. Oh, si, lo olvidaba, llegan los exámenes. Y un año más, me refugio entre páginas de libros y bibliografía útil bajo un flexo.
Sigo diciendo que no quiero que nadie se compadezca de mi, ni que se le ocurra a nadie intentar "sacarme una sonrisa". Eso no funciona conmigo. Encima llega la mierda de Navidad, en la que todo el mundo imita ser feliz porque las fechas así lo dicen. ¿Estamos tontos?, es como la crisis y el fútbol. Quiero que llegue ya marzo o abril, que, al menos, llueve con razón.
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