¿Sabéis ese olor tan delicioso que desprende un libro al abrirlo? Ya no hablo del olor de un libro nuevo, sino el olor de todos y cada uno de los libros de este planeta. Está claro que un libro nuevo y "virgen", por caracterizarlo de alguna manera, tiene un olor más que especial, orgásmico para mi punto de vista.
Yo, personalmente, tengo una especie de "brote psicótico" al entrar en cualquier librería. Soy extremadamente peligrosa entrando con una cartera mediamente llena. Es algo que no puedo remediar, y que deberían prohibirme a veces, porque me gasto el sueldo y más de esta forma. De lo malo malo, no me lo gasto en otras cosas inservibles, me lo gasto en mis queridos libros :)
Mañana es un día señalado y por eso mi madre me va a permitir entrar en La Casa del Libro de Gasteiz, pero bajo supervisión suya, por lo que pueda pasar. Me va a dejar 50 euros de mi sueldo del mes (me lo raciona como a los bebés, tal cual oís), y de ahí, me tengo yo que manejar y administrar.
Va a ser entrar en la tienda y morir de amor con cada portada que vea. Los huelo todos, a veces, hasta me han llamado la atención las dependientas. ¡Ni que estuviese arrancando páginas, oiga! El caso es que me hago con una pila inmensa de libros, que en conjunto, sobrepasan mucho mi presupuesto, y lloro en silencio. De verdad os digo que lo paso mal descartando libros que no puedo comprar, pero generalmente, vuelvo después a por ellos, y sí, me salto las reglas. Es horrible dejar atrás a pequeños libros.
Suelo comprar de todo, tanto novelas, como manuales, como enciclopedias... Es una maravilla entrar a cualquier librería. Si algún día alguien me tiene que preparar una cita especial, que no me lleve a cenar, que me lleven a una librería enooooooooorme! :) Y ahí, me enamoraré más rápido que el viento. (Esto para nada es una indirecta, ehhhhhhhhh?)
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