No podía dormir. El jodido café estaba pasándose de rosca conmigo, o a lo mejor era yo, que nunca había sabido tomármelo a tiempo. En general, no suelo hacer las cosas a tiempo, dicho sea de paso. El mundo es un lugar inseguro para la gente que no tiene su tiempo en propiedad, o eso creo yo. Por eso, hoy he tomado la determinación de que debo procurarme un reloj de bolsillo, para poder ser realmente dueña y señora no, señorita, de mi tiempo; y tener todas mis horas bajo control atadas por una cadena en el fondo de mi bolsillo. De esa manera, sería como esos hombres de los libros, que sacan dinero y minutos de los bolsillos como quien se saca un moco de la nariz.
Pensé que, a lo mejor, a la mañana siguiente, me despertaría y sería otra persona diferente. No como yo pero más alta y más delgada, ni más valiente, ni con menos miedo a las agujas. No. Otra persona diferente como una mujer rubia con ojos grises de mirada oscura que se llame Alicia o un viejo arrugado y panzudo sin nombre, pero con halitosis y pelos en las orejas para compensar la carencia de nomenclatura.
Sería interesante ser otra persona. Aunque supongo que si fuese cualquiera de ellos también tendría quebraderos de cabeza. A lo mejor resulta que Alicia no es tan rubia como parece y lleva lentillas. Y no estoy segura de cómo llevaría lo de la próstata del viejo… En realidad, ni siquiera estoy segura de cómo me la agarraría para mear. Oh, joder pero ¿qué coño estoy diciendo? Esto no es sano. No voy a volver a tomar café a esas horas. Es horriblemente desesperante estar metido en la cama y no poder dormir. Es como querer a alguien que no te quiere.
Das vueltas y vueltas intentando seducir a la noche para que te conceda una brizna de sopor, pero solo recibes un lío tremendo de sábanas que te enredan a placer, como una mala relación de pareja.
El amor y el sueño son dos términos vomitivamente preciosos para alguien insomne.
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