Feliz cumpleaños, vida nueva que nunca cambia.
Te veo mañana por la mañana, cuando tu cara y la mía sean las mismas de siempre. Cuando nos demos cuenta de que, a pesar de ser sólo un día más viejas, sí que hay alguna nueva herida merecida y otras que no supimos preveer. Además de alguna que otra rotura extra, en lugares demasiado inoportunos. De ese tipo de cicatrices por las que uno recibe medallas, sí, pero nunca las suficientes, ni lo suficientemente brillantes.
Mañana podrás llevarme a ver nuestra pequeña colección de trofeos, si quieres. Pero mañana. De momento, vamos a fingir que esta vez sí será como planeamos todos los años, y que el año que viene seremos medalla de oro.
Felicidades otra vez.
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