Volvemos a la misma plaza del otro día. Pero en este caso, está desierta. Solo me encuentro yo en ella, sentada en el suelo, justo en el centro. Acompañada simplemente por el vacío, el dulce y sabroso vacío. No hay nadie más, pero sin embargo me siento más acompañada que ningún otro día rutinario. A veces somos nuestros mejores compañeros, los únicos que entendemos a la perfección la mayoría de las cosas. Da igual qué tipo de plaza tengas en tu pueblo o ciudad, porque esto va a ser siempre así.
Como os he dicho, estando solo todo fluye y nada permanece. Empiezo a pensar al límite. ¿Qué es lo que hay en mi vida y qué es lo que realmente quiero que haya?. En mi vida hay miedo, frustración, hipocresía y otras cuantas cosas fatales. También tengo el arte, las sonrisas, la franqueza y la comodidad. Esto último es lo único que quiero que haya. No necesito nada más.
Me sobra el 80% de mi vida. ¿Qué es lo que voy a hacer?, sacar todo lo que no tiene sitio. Prefiero tener partes huecas y vacías esperando algo con lo que llenarse a tener mi vida como un ático desastroso y desordenado. NO. Fuera falsedad, adiós hipocresía.
Lo mejor es que esas partes todavía tienen la cara de ofenderse y presionar al ver que las estás echando de tu vida. Se lo digo claro: no quiero tenerte cerca, eres algo que no quiero a 2 km. de radio de distancia. Ahora mismo, me siento fuerte, me siento poderosa. Soy la reina y dictadora de mi vida, si tengo que pisar algo, lo pisaré. Claro que lo haré, sin con ello significa que todo lo que no quiero desaparecerá. Me siento Ana Bolena ahora mismo, llevo su collar incrustado en mi pecho.
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