Me consumo como una vela a punto de morir. Veo como la oscuridad florece en mi interior. He aquí una descripción gráfica, cortesía de mi marido ficticio.
Y luego dicen que el mal humano procede del exterior. Puede ser, pero dónde peor se manifiesta, es dentro de cada persona. Puede llegar a destruir una persona. Espero poder sentirme a gusto algún día, aunque ya no se cómo alcanzar la perfección en todos los aspectos de mi vida. Lo peor es que no voy a saber cómo vivir si cambio el chip. Se que los grados de perfección que dependen de mi los puedo llegar a rozar, espero, pero no voy a ser capaz de hacer que el exterior sea perfecto para que yo lo sea, al fin y al cabo, no es de mi competencia. Además de perfecta, tengo que aprender a ser bella. Lo dejo.
A veces me pregunto el por qué de que no exista una poción mágica lo suficientemente eficaz como para hacer que deje de notar lo que siento estos días. Si fuese posible, no estaría ahora pensando qué hacer mañana. ¿Me enfrento a quienes y lo que más temo mañana o me quedo en la cama soñando que vivo en un mundo mejor?
Para más inri, mañana tengo examen. No se si voy a ser capaz de sentarme ante una hoja en blanco tras 4 horas intensas de clase. ¿Cómo voy a poder sacar de mi cabeza algo útil sobre el Renacimiento si llevo más de 72 horas atormentándome a mi misma con el mismo tema? La vida es una correlación de "síes" y "noes" y yo, ahora mismo, estoy en un "no" aparentemente eterno.
Quiero convertirme en Leia ahora mismo, e intentar combatirme a mi misma, desintoxicarme. Quiero sentirme heroína de mi propia historia contra mi propio villano. Todos tenemos nuestra parte de villano, en mi caso, mi villano me está trolleando e intenta destruirme desde dentro. ¿Acaso no tengo derecho a un mini-triunfo? Supongo que haré lo de siempre: sufriré en silencio, lloraré en solitario y aguantaré hasta que olvide todo. Y vuelta a empezar. Me siento un poco Howl, que no sabe cuando va a acabar su agonía, y aún así, sigue destruyéndose.
Tras un día de locos llegar a casa a las 23.26 nunca había hecho tanto daño. Ese momento en el que te tumbas en la cama y miras hacia el techo con la luz apagada. Observas el vacío lleno de oscuridad, valga la incoherencia.
En ese momento en el que se te pasan cosas irrelevantes por la cabeza. Tras una tarde de café al aire libre, recapacitas. ¿Y si hubiera hecho...? El por qué ahora me siento ahora vacía, como todo lo que ahora me rodea, puede que radique de eso. (lágrima). Si ya lo dice mi madre, una persona que se ofrece a lavar los platos de una casa ajena no puede tener nada malo. Tiene razón, lo malo lo tengo yo, y eso lo sé yo, lo sabes tú y lo sabe la humanidad. Ese miedo por todo lo que puede pasar y por lo que no pueda ocurrir. El "¿Y si?" forma parte de mi cabeza, como si fuese una criba de mis actos.
Carlos Gardel suena en cuanto me sumerjo entre las mantas. Si ya lo dice el maestro: "El día que me quieras no habrá más que armonía, será clara la aurora y alegre el manantial. Traerá quieta la brisa, rumor de melodía, y nos hará la fuente su canto de cristal. El día que me quieras endulzará sus cuerdas el pájaro cantor, florecerá la vida y no existirá el dolor." (lágrima)
Nunca en escasos versos había encontrado un anhelo igual. ¿He dicho anhelo?, miento, cuando nunca has sentido nada así no puedes echarlo de menos. Puede que algo parecido. Seguiré intentando encontrar qué es lo que falta o falla aquí. Hasta entonces, espero que no me odies demasiado. (lágrima) Prometo volver, de verdad. Espero que no olvides que nunca te daré todo lo que te mereces, pero prometo compensarte mañana, si vienes a cantarme una nana. Sobretodo cántame para que este vacío deje de ser oscuro.